

El debate sobre la fe y la ciencia atraviesa toda la historia del cristianismo, confirmando así el estrecho vínculo que une a estas dos formas de saber. En la modernidad, con la reducción de la ratio a razón instrumental, ambas han sido contrapuestas con frecuencia. Actualmente, el magisterio de la Iglesia y la teología, por un lado, y numerosos científicos «ilustrados», por otro, buscan un tipo de relación fundado en la articulación entre la fe y la ciencia, mediante un diálogo que haga posible la integración entre ambas. La autonomía, la distinción (no la separación) y la complementariedad (no la invasión del campo del otro) son los rasgos de una relación correcta y fecunda entre los saberes.
Estos primeros pasos en busca de la reconciliación entre ambas corrientes del pensamiento fueron impulsadas por personajes como: Gregorio Mendel, padre de la genética y monje católico, o Isaac Newton, padre de la teoría de la gravedad, y Georges Lemaitre, quien en vida manifestaba una doble vocación en la religión y la ciencia, fue el formulador de la teoría del Big Bang. Las visiones de estos y otros hombres de Ciencia y de Fe empezaron a fermentar un nuevo fenómeno que en nuestros días toma cada vez más fuerza, la espiritualidad y la ciencia vistas como una sola. Actualmente este fenómeno es apoyado abiertamente por Los papas y los teólogos del siglo XX los cuales han contribuido notablemente a este camino, sobre todo a través del concilio Vaticano II impulsando la nueva cosmovisión de la Fe y la Ciencia, y demostrando que no son posiciones contrarias la una a la otra sino dos caras de una misma moneda.
"La verdad científica, que es en sí misma participación en la Verdad divina, puede ayudar a la filosofía y a la teología a comprender cada vez más plenamente la persona humana y la revelación de Dios sobre el hombre, una revelación completada y perfeccionada en Jesucristo. Estoy profundamente agradecido, junto con toda la Iglesia, por este importante enriquecimiento mutuo en la búsqueda de la verdad y del bien de la humanidad" Papa Juan Pablo II, 2003
Ciencia Y Religión


